576. Tanto el dolor físico como el sufrimiento
moral nos ayudan a madurar si no nos amargamos.
577. La cruz nos descubre el sentido de nuestra
existencia y se convierte para nosotros en fuente de vida. Los demonios, y los
que a ellos se parecen, huyen de la cruz.
578. Cuando estamos clavados en la cruz,
comprendemos y amamos más a Cristo, tenemos unas miras más elevadas,
descubrimos inmensos horizontes de santidad y de apostolado y abrimos nuestros
brazos a todos los hombres.
579. Jesucristo no ha venido a enjugar nuestras
lágrimas, sino a glorificarlas.
580. Cuando sufrimos con fe, con esperanza y con
amor, crecemos en dignidad y en nobleza.
581. Cuando cristianizamos nuestro dolor, nuestras
llagas se convierten en luz, como las de Cristo resucitado.
582. No suframos antes de tiempo. ¿Cuántas veces
nuestro miedo, aliado con nuestra imaginación, nos hace sufrir realmente por
males que quizás nunca nos ocurrirán?.
583. ¡Qué necios somos si pensamos que Dios no nos
quiere cuando sufrimos! En esa situación nos ama todavía más.
584. Toda muerte aceptada con amor glorifica a
Dios.
585. Es exclusivo de Dios transfigurar el
sufrimiento en gozo.
586. He aquí la paradoja cristiana: por una parte,
luchar denodadamente contra el dolor y, por otra, descubrir su valor redentor y
salvífico.
587. Las heridas duelen en la medida en que
permitimos que nos duelan.
589. Cuando por enfermedad, cansancio o cualquier
otra circunstancia no puedas hacer absolutamente nada, ofrece a Dios con amor
tu inactividad y, ante sus ojos, serás la persona más activa del mundo.
590. Todo cuanto hay de grande en este mundo ha
nacido del esfuerzo y del dolor.
591. Hay una alegría extraña, misteriosa,
compatible con el dolor físico y el sufrimiento moral, solamente conocida por
quien la haya experimentado.
592. El dolor puede destruirte, o puede hacerte
más persona. Todo depende de tu fe y de tu actitud ante él.
593. ¿Piensas? Estás ejerciendo como persona.
¿Oras? Eres todavía más persona. ¿Sufres con amor? Eres lo más parecido a
Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre para salvarnos.
594. ¿Sabes cómo se forman los hombres de roca? A
golpe de cincel de dolor y de sufrimiento.
595. La fe en Cristo no suprime el dolor, pero lo
ilumina, lo suaviza, lo ennoblece, lo eleva y lo convierte en Cielo.
596. Amor y dolor no sólo riman, sino que son
inseparables.
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